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Libro: "LA PAREJA, una multitud"
Autor: Darío Varela

CREDO
  Entras al templo y recitas a diario
tu credo al calor del contacto con otros.
"Creo en dios padre todopoderoso...."

El alma necesita el faro de su Credo. .
Bañarse en voz y coro audibles,
en el agua fresca
de expresar las creencias.
Arroparse en la paz que se forma
al oír que las palabras
corren por el templo enloquecidas
jugando con otras iguales
que al tiempo nacieron
sentenciando certidumbres
.

   
   
Creo en mi cuerpo
encantador y encantado,
y en la resurrección
incontenible de la carne
.
 
  Pero a diario
entre todos
en el templo inmutable
no escuchas lo que dices.
Pierden las palabras su noción portadora
y tropieza en la anestesia cotidiana
el esfuerzo arrogante
de gritar lo que crees
de anunciar que divisas claramente
las cornisas que definen
las llanuras permitidas
y el feroz desfiladero.
   
   
Creo en el deber de regar
cada intento de vida
que los ojos y las voces
pretenden apagar

 
  Debes dejar el templo
cerrar las puertas,
despedirte de él
como el amante que dice
aunque estoy amarrado
he resuelto faltar
de tu lado para siempre
alejarme de lo cierto
abrazar lo imposible.

   
   
Creo en la confusión de la sangre,
en la busca incansable del amor,
en exaltar la pasión en mis hijos
en abrazar la tentación,
en el reto de ponerse de pie
a gritar este Credo
en medio de las olas.

 
   
Creo que obligada a velar porque cada organismo
se combine con aquél que mejor garantiza y perfecciona
el florecer incontenible de la especie,
la naturaleza me exige que ponga los ojos en ti
y borra en tu ausencia
el sentido del resto de las cosas
para que en ese silencio
me vea obligado
a escuchar su llamado
vestido del encanto insoportable de tu voz

 
  Es necesario esconder los textos
del credo en sitio seguro,
porque incluso guiado por ellos
y fiel a sus dictados
ya sea el capricho insultante del azar
o el cansancio de las fuerzas
exaltadas al comienzo por él
harán olvidar su palabra,
perder la aptitud de discernir,
hundirse al punto de intentar destruirlo
   
   
Creo en rebelarme a la condena
de olvidar aunque no quiera
de volverme ciego al padecer
de ser sordo al llanto desgarrado
de aliviar con razones mi no actuar

 
  Es necesario al final de la larga jornada
abrir a lo ancho las puertas del templo
y entrar con la calma amorosa
del barco que regresa
olvidado el desconcierto de los tiempos pavorosos
y leer en voz alta y con gozo los textos,
empaparse en la palabra
mojar en ella los miembros agotados.

   
   
Creo en la unidad del cuerpo y del alma
y en el carácter simbólico
del árbol inquieto y cambiante
que describe mi sangre
en su andar incansable